Reflexiones Caninas.

Los perros se deslizan en este mundo sin cobardía, sin ambición, sin temor, sin desilusión. Pues no conocen lo que para nosotros podría terminar en dolor. Los caninos buscan en el ser humano, es decir en sus dueños, protección. Se saben indefensos ante las reacciones de las personas y con el tiempo, su raza aprendió que debe respetar a la gente que camina en 2 patas. Y qué decir de los humanos, que algunas veces terminan siendo más salvajes que los perros. Es triste pensar que los humanos vemos a los perros como pequeños tapones de nuestros huecos emocionales o territoriales. Para los humanos los perros terminan por ser pasaderos, nunca son eternos, para muchos, siempre habrá un reemplazo. Si a Fido lo atropella un carro, si a Pulgoso le da rabia, si Pongo se lanza a una barranca. Siempre habrá en nuestra mente una reencarnación de ese fantasma. Siempre volverá en nuestro pensamiento la suave esencia del perro anterior. Formando una cadena.

 

Lo triste no es eso. Lo triste es que para el perro. Dueño solo hay uno. El que cuida, el que lo alimenta, el que lo baña, el que le da cama, el que le da techo o cobijo. Para la vida de un perro su dueño lo es y lo será todo. Porque a él le dura toda su vida. Desde que nace hasta que muere, se supone, que el dueño debería estar ahí. Y eso lo ilusiona. Un perro nace ilusionado, nace con esa idea. Es su mantra. Su religión. Un perro no condena con prejuicios, un perro siente y se asegura de sentir. El perro siempre es fiel a sus sentimientos.

 

Si los perros nunca llegaran a conocer el peligro, nunca morderían.

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